sábado, 21 de marzo de 2015

Propaganda de la Política de la Buena

Propaganda de la Política de la Buena Vecindad.





 Esta propaganda tenía una importancia estratégica para el gobierno de Franklin D. Roosevelt, que ad portas de entrar a la II Guerra Mundial no podía permitirse que los latinoamericanos vieran con simpatía al Tercer Reich.
En especial cuando su gobierno había aplicado la política del ‘Buen Vecino’, esa que formuló el 4 de marzo de 1933 en su discurso inaugural: “En el campo de la política externa, dedicaré esta nación a la política del buen vecino, el vecino que resueltamente se respeta a sí mismo y, porque así lo desea, respeta los derechos de los demás, el vecino que respeta sus obligaciones y respeta la palabra de sus acuerdos en un mundo de vecinos”.
Por supuesto, no era una tarea fácil. Los latinoamericanos recordaban muy bien cómo, a partir del siglo XIX, en su afán por convertirse en una potencia mundial, Estados Unidos no había dudado en aplastar las flores en su ‘patio trasero’. Recuerdos como la anexión de California y La Florida, las invasiones a Nicaragua y Haití o la secesión de Panamá todavía estaban presentes en la memoria.
Aún así, Roosevelt decidió sacar adelante su propuesta. Por eso en los años 30 retiró a los marines de Nicaragua y Haití, estableció relaciones con Cuba con un denominador diplomático y, en lugar de invadir, acordó con México el pago de una indemnización por la nacionalización de sus activos petroleros en 1938.


A pesar de las demostraciones de buena voluntad, la simpatía por el Partido Nazi, el Fascismo y la Falange española era fuerte entre los políticos latinoamericanos.
Bob Thomas, en su biografía de Disney (An American Original), lo explicó así: “Muchos italianos y alemanes habían emigrado a Suramérica y allí existía un fuerte sentimiento por las potencias del Eje. Aunque Estados Unidos aún no había entrado a pelear la guerra a mediados de 1941, ayudaba a los Aliados y y temía la expansión de la simpatía nazi y fascista en los países del Hemisferio Occidental”.
Para no perder esa batalla, la Casa Blanca se dedicó a la propaganda. Y para mantener la tranquilidad en su patio trasero creó la CIAA. La oficina contactó entonces a los estudios hollywoodenses para crear películas y cortometrajes positivos para con sus vecinos. Entre sus planes encajaban a la perfección las cintas animadas de Walt Disney Productions.
John Hay Whitney, director de la división fílmica de la CIAA, no dudaba en afirmar el poder del séptimo arte en los propósitos de Washington: “Puede ser decisivo en la doble campaña de conquistar los corazones y mentes de los latinoamericanos y convencer a todo el continente de los beneficios de la ‘amistad panamericana'”.

La finalidad era la transmisión de los valores estadounidenses y de un mensaje de colaboración mutua entre Estados Unidos y Latinoamérica, como forma de contrarrestar la hegemonía de los totalitarismos que surgían en Europa durante los albores de la II Guerra Mundial.
La película animada Los Tres Caballeros, protagonizada por el pato Donald y sus amigos José Carioca de Brazil y Panchito Pistolas de México, habría sido encargada por el Departamento de Estado de la administración Roosevelt para efectos propagandísticos.
Como parte de la política del “Buen Vecino” (Good Neighbor policy) que fue tratada de aplicar por el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, el Departamento de Estado encargó a varios estudios de Hollywood la producción de largometrajes con fines propagandísticos.
La finalidad era la transmisión de los valores estadounidenses y de un mensaje de colaboración mutua entre Estados Unidos y Latinoamérica, como forma de contrarrestar la hegemonía de los totalitarismos que surgían en Europa durante los albores de la II Guerra Mundial.
Así fue cómo surgió la película “Los Tres Caballeros”, continuación de “Saludos Amigos”, donde mediante una combinación entre acción real y animación, los estudios Disney abordan “América” (pronunciado incluso con un dejo, con un acento), mostrando al personaje estadounidense (Pato Donald) en una aventura mediante la cual conoce la tradición latinoamericana, con la guía de dos amigos: el loro fumador brasileño José Carioca y el gallo pistolero mexicano Panchito Pistolas.
Fuera de las diferencias entre la Latinoamérica de los años 40 y la actual (cuyos modos de vida se asemejan peligrosamente al estadounidense), el Pato Donald transmite también su propia forma de ser y su ideología liberal (sujeto individualista, que busca el emprendimiento personal, soltero, que sólo tiene sobrinos y un tío rico, filántropo), enfrentada a una visión distorsionada de Latinoamérica (como poco seria, bromista o zonza, provinciana y con mucha sexualidad en sus mujeres), muy bien abordada en el libro “Para leer al Pato Donald”, de los investigadores Ariel Dorfman y Armand Mattelart.
Los críticos destacaron el experimento aunque no ocultaron su motivación. Según Thomas, un periodista neoyorquino consignó: “Una poderosa pieza de propaganda y un brillante trabajo de cinematografía”. A su vez, el propio Disney se vanagloriaba: “El gobierno nunca perdió un centavo. Pagamos por nuestro viaje y también por cada película”.






BIBLIOGRAFÍA
Walt Disney: An American Original. Bob Thomas. Nueva York: Disney Editions, 1994.





ERIKA GUASGUA



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