Propaganda de la Política de la Buena Vecindad.
Esta propaganda tenía una importancia estratégica
para el gobierno de Franklin D. Roosevelt, que ad portas de entrar a la II
Guerra Mundial no podía permitirse que los latinoamericanos vieran con simpatía
al Tercer Reich.
En
especial cuando su gobierno había aplicado la política del ‘Buen Vecino’, esa
que formuló el 4 de marzo de 1933 en su discurso inaugural: “En el campo de la
política externa, dedicaré esta nación a la política del buen vecino, el vecino
que resueltamente se respeta a sí mismo y, porque así lo desea, respeta los
derechos de los demás, el vecino que respeta sus obligaciones y respeta la
palabra de sus acuerdos en un mundo de vecinos”.
Por
supuesto, no era una tarea fácil. Los latinoamericanos recordaban muy bien
cómo, a partir del siglo XIX, en su afán por convertirse en una potencia
mundial, Estados Unidos no había dudado en aplastar las flores en su ‘patio
trasero’. Recuerdos como la anexión de California y La Florida, las invasiones
a Nicaragua y Haití o la secesión de Panamá todavía estaban presentes en la
memoria.
Aún así,
Roosevelt decidió sacar adelante su propuesta. Por eso en los años 30 retiró a
los marines de Nicaragua y Haití, estableció relaciones con Cuba con un
denominador diplomático y, en lugar de invadir, acordó con México el pago de
una indemnización por la nacionalización de sus activos petroleros en 1938.
A pesar
de las demostraciones de buena voluntad, la simpatía por el Partido Nazi, el
Fascismo y la Falange española era fuerte entre los políticos latinoamericanos.
Bob
Thomas, en su biografía de Disney (An American Original), lo explicó
así: “Muchos italianos y alemanes habían emigrado a Suramérica y allí existía
un fuerte sentimiento por las potencias del Eje. Aunque Estados Unidos aún no
había entrado a pelear la guerra a mediados de 1941, ayudaba a los Aliados y y
temía la expansión de la simpatía nazi y fascista en los países del Hemisferio
Occidental”.
Para no
perder esa batalla, la Casa Blanca se dedicó a la propaganda. Y para mantener
la tranquilidad en su patio trasero creó la CIAA. La oficina contactó entonces
a los estudios hollywoodenses para crear películas y cortometrajes positivos
para con sus vecinos. Entre sus planes encajaban a la perfección las cintas
animadas de Walt Disney Productions.
John Hay
Whitney, director de la división fílmica de la CIAA, no dudaba en afirmar el
poder del séptimo arte en los propósitos de Washington: “Puede ser decisivo en
la doble campaña de conquistar los corazones y mentes de los latinoamericanos y
convencer a todo el continente de los beneficios de la ‘amistad panamericana'”.
La finalidad era la
transmisión de los valores estadounidenses y de un mensaje de colaboración
mutua entre Estados Unidos y Latinoamérica, como forma de contrarrestar la
hegemonía de los totalitarismos que surgían en Europa durante los albores de la
II Guerra Mundial.
La película animada Los Tres Caballeros,
protagonizada por el pato Donald y sus amigos José Carioca de Brazil y Panchito
Pistolas de México, habría sido encargada por el Departamento de Estado de la
administración Roosevelt para efectos propagandísticos.
Como parte de la política del “Buen Vecino” (Good
Neighbor policy) que fue tratada de aplicar por el presidente estadounidense
Franklin Delano Roosevelt, el Departamento de Estado encargó a varios estudios
de Hollywood la producción de largometrajes con fines propagandísticos.
La finalidad era la transmisión de los valores
estadounidenses y de un mensaje de colaboración mutua entre Estados Unidos y
Latinoamérica, como forma de contrarrestar la hegemonía de los totalitarismos
que surgían en Europa durante los albores de la II Guerra Mundial.
Así fue cómo surgió la película “Los Tres
Caballeros”, continuación de “Saludos Amigos”, donde mediante una combinación
entre acción real y animación, los estudios Disney abordan “América”
(pronunciado incluso con un dejo, con un acento), mostrando al personaje
estadounidense (Pato Donald) en una aventura mediante la cual conoce la
tradición latinoamericana, con la guía de dos amigos: el loro fumador brasileño
José Carioca y el gallo pistolero mexicano Panchito Pistolas.
Fuera de las diferencias entre la Latinoamérica de
los años 40 y la actual (cuyos modos de vida se asemejan peligrosamente al
estadounidense), el Pato Donald transmite también su propia forma de ser y su
ideología liberal (sujeto individualista, que busca el emprendimiento personal,
soltero, que sólo tiene sobrinos y un tío rico, filántropo), enfrentada a una
visión distorsionada de Latinoamérica (como poco seria, bromista o zonza,
provinciana y con mucha sexualidad en sus mujeres), muy bien abordada en el
libro “Para leer al Pato Donald”, de los investigadores Ariel Dorfman y Armand
Mattelart.
Los críticos destacaron el experimento aunque no ocultaron su
motivación. Según Thomas, un periodista neoyorquino consignó: “Una poderosa
pieza de propaganda y un brillante trabajo de cinematografía”. A su vez, el
propio Disney se vanagloriaba: “El gobierno nunca perdió un centavo. Pagamos
por nuestro viaje y también por cada película”.
BIBLIOGRAFÍA
Walt Disney: An American Original. Bob Thomas. Nueva York: Disney Editions, 1994.
ERIKA GUASGUA
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